A principios de los 90 del pasado siglo tuve la fortuna de asistir primero como alumno y de participar después como docente en la Escuela de Patrimonio de Barcelona, en su momento la iniciativa formativa más innovadora en patrimonio cultural que había tenido lugar en España y que todavía hoy, para mí, es un referente vanguardista en ese campo. A pesar de su carácter innovador y vanguardista, la Escuela de Patrimonio de Barcelona ha dejado muy poco rastro en Internet, quizá porque su vida fue muy breve y se dio en un periodo en que Internet estaba todavía en pañales en España. Lo cierto es que la constatación de este hecho ha sido lo que me ha llevado a escribir este post.

De izquierda a derecha, Jordi Padró, Frans Schouten y Tomislav Sola, tres destacados profesores de la Escuela de Patrimonio de Barcelona (fotografía tomada en Dubrovnick en 2002 durante la celebración de la primera edición de la conferencia internacional The Best in Heritage)
La Escuela de Patrimonio de Barcelona funcionó entre 1991 y 1994 gracias a la financiación del Fondo Social Europeo (FSE), al Ayuntamiento de Barcelona, que la albergó en sus dependencias del MUHBA (Museu d’Història de Barcelona), y a la Fundación Centro Europeo del Patrimonio (FCEP) dirigida por Xavier Ballbé, verdadero impulsor de la idea, que se ocupó de diseñar su oferta de cursos y de dotarla de un staff directivo y un equipo de profesores de reconocido prestigio liderados por el museólogo holandés Frans Schouten.
El programa formativo de la Escuela de Patrimonio de Barcelona se diseñó en base a la experiencia internacional existente a principios de los noventa y a las conclusiones de un estudio sobre los perfiles de los nuevos profesionales del patrimonio que realizamos en la FCEP y que sirvió como punto de partida para presentar la escuela a las instituciones y para diseñar los contenidos formativos de cada curso. Ese estudio puede obtenerse en el siguiente link:
Durante sus cinco años de existencia, la Escuela de Patrimonio de Barcelona realizó cuatro ediciones del «Curso de iniciación a la gestión del patrimonio cultural», dos ediciones del «Curso de especialización en conservación preventiva del patrimonio», dos ediciones del «Curso de especialización en documentación del patrimonio», dos ediciones del «Curso de especialización en interpretación del patrimonio». Completando esta oferta formativa de larga duración (tres meses), se llevó a cabo también una edición del «Curso de alta dirección de museos y equipamientos patrimoniales». Por estos cursos pasaron más de trescientos alumnos.
La oferta formativa de la Escuela de Patrimonio de Barcelona se completaba con varios cursos monográficos de una semana de duración dedicados a temáticas especializadas como la iluminación de vitrinas en museos, el embalaje de obras de arte o la redacción de un proyecto museológico, seminario este último del que se llevaron a cabo numerosas ediciones, algunas de ellas fuera de Barcelona, en diversas ciudades españolas.
Vista con la perspectiva de los casi veinte años que han pasado desde su desaparición, lo más interesante de la experiencia de la Escuela de Patrimonio de Barcelona fue su voluntad de ofrecer, por un lado, una plataforma de formación estable y organizada post-universitaria para licenciados que querían orientar su futuro profesional en el campo de la gestión del patrimonio y, por otro lado, un espacio de formación continua donde los profesionales del sector podrían acudir para modernizar y reciclar sus conocimientos.
La clara orientación profesional que inspiró el programa formativo de la Escuela de Patrimonio de Barcelona se asentaba en la creencia (compartida por todo el staff directivo y el elenco de profesores) de que el sector del patrimonio en España iba a experimentar una expansión extraordinaria en el siglo XXI, a remolque del gran crecimiento que el turismo y el consumo cultural estaban experimentando desde mediados de los 90 y que el clima de enriquecimiento de la sociedad española hacía suponer que se iba a incrementar.
Influenciada por ese clima y por la ilusión de modernizar el sector del patrimonio en España, la Escuela de Patrimonio de Barcelona se preparó para formar a los numerosos profesionales en el campo de la gestión del patrimonio (conservadores, documentalistas, gestores, intérpretes, planificadores, animadores, auxiliares de museos, etc.) que se iban a necesitar. En primer lugar, para redactar los numerosos proyectos de puesta en valor del patrimonio que se impulsaban desde las flamantes agencias de desarrollo local, nutridas por los fondos que llegaban desde la Unión Europea. En segundo lugar, para dotar de profesionales cualificados a los numerosos equipamientos y sitios patrimoniales que se estaban creando y poniendo en valor y a los más numerosos todavía que se iban a crear durante la primera década del siglo XXI.
Desgraciadamente, las ilusiones y expectativas que impulsaron la creación de la Escuela de Patrimonio de Barcelona acabaron desvaneciéndose de la misma manera que lo hizo la propia Escuela. La financiación del FSE que la había hecho posible desapareció con la crisis post-olímpica del 93 que favoreció el recorte de gastos sociales considerados no imprescindibles.
El inicio del siglo XXI vio la proliferación de estudios de postgrado y másteres de gestión cultural y patrimonial en las universidades españolas (el primer máster de gestión cultural en España se impartió en la Universidad de Barcelona entre 1989 y 1991). Esta proliferación, en cierta manera, supuso un reconocimiento implícito al acierto de la Escuela de Patrimonio de Barcelona al crear una oferta formativa especializada en el campo de la gestión de los bienes culturales. Por contra, esta oferta de másteres y postgrados surgida de las universidades españolas, salvando contadas excepciones, no se construyó desde una perspectiva profesional sino académica, es decir, no se pensó desde un conocimiento de los perfiles profesionales que demandaba el mercado de trabajo sino desde el conocimiento académico de las disciplinas que integran la gestión del patrimonio.
El resultado de este enfoque ha sido un retraso en el necesario proceso de especialización de los profesionales del patrimonio que se ha visto agravado porque las expectativas de crecimiento del sector no se han cumplido ¿Qué ha fallado para que esas expectativas no se hayan cumplido? La respuesta no es fácil ni sucinta, así que la dejaré para otro post.
Enhorabuena y gracias Manel por este post. Tuve la suerte de vivir la experiencia de la Escola de Patrimoni en primera persona y coincido contigo en que es de justicia valorar y dar a conocer la importante labor que realizó la escuela en su momento. Viéndolo en perspectiva podemos constatar que fueron unos visionarios que se adelantaron a todo el movimiento académico y social que vino después reivindicando el valor del patrimonio como recurso para el desarrollo local, a la vez que proponían nuevos usos y estrategias para su interpretación y difusión desde el conocimiento y el rigor. Esta visión conceptual se materializó a través de un magnífico cuadro de profesores internacionales – Christian Carrier, Tomislav Sola, Fransh Shouten, Benoit de Tapol…-que contribuyeron a ensanchar los horizontes de jóvenes recién salidos de universidades de toda España, que pronto aprendieron que hacían los de English Heritage o que era aquello del ICOM. Sirva pues el post para mirar atrás sin nostalgia pero con agradecimiento a todos los que los hicisteis posible. Un abrazo, Pilar Tassara
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Muchas gracias Pilar. Como muy bien dices lo que me impulsó a escribir este post no fue la nostalgia sino el convencimiento de que la experiencia de la Escuela de Patrimonio de Barcelona es todavía un valor de presente y futuro.
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