Manel Miró
Empiezo hoy la traducción al castellano de una serie de posts dedicados al tema de la decadencia de la ciudad antigua. Cada post consiste en una reseña crítica de lo que sobre el tema han publicado algunos de los más influyentes historiadores desde mediados del siglo XIX. Siempre que sea posible añadiré un link para acceder a los textos originales a los que hace referencia el post. El objetivo de la serie es poner en evidencia un hecho conocido, la interpretación del pasado casi siempre acaba convirtiéndose en una reflexión sobre problemas y debates contemporáneos de los historiadores.
Fustel de Coulanges, La Cité Antique (1864)
En su libro La Cité Antique, Fustel de Coulanges estudia la ciudad como un ente político, tal y como lo habían considerado los pensadores clásicos. En ningún momento habla de urbanismo, topografía o economía. Para él la ciudad es principalmente un sistema de organización política, por eso se limita a estudiar las instituciones ciudadanas.
Desde esta perspectiva analiza la génesis, la maduración y la decadencia de lo que él considera la ciudad antigua, que no es otra cosa que la polis, la ciudad-estado.
Frente a la concepción materialista de la Historia que Marx y Engels estaban desarrollando y divulgando por la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, Fustel rechaza implícitamente la idea de que la lucha de clases sea el motor de la historia y que el modo de producción de la vida material condicione o determine el carácter general de los procesos de la vida social, política y espiritual.
Fustel escribe «La Ciudad Antigua» guiado por una idea de fondo: la religión es lo único que nos permite explicar y entender las instituciones de la ciudad antigua y su evolución. Así pues, la decadencia de la Ciudad Antigua se explicará por la decadencia, es decir, la falta de credibilidad, de la religión antigua (el paganismo clásico).
La decadencia comienza con el inicio de la expansión romana que destruyó el régimen ciudadano oriental, fomentó la urbanización y el régimen municipal en Occidente, al mismo tiempo que la propia ciudad de Roma experimentaba una transformación pasando de ser una ciudad de patricios y clientes en los principios de la República a ser un estado plurinacional desde que Caracalla promulgara su famoso edicto.
En resumen, la expansión romana provocó la decadencia de la ciudad como organismo político, no como entidad urbanística y administrativa, y en el fondo de esta transformación de la ciudad Fustel de Coulanges sitúa la religión, la pérdida de significado de la religión antigua que provoca la decadencia de las instituciones ciudadanas y del propio Estado romano que sólo podrá ser salvado por una nueva religión, el cristianismo. Pero esta nueva religión, al mismo tiempo que ayudará a mantener la estructura imperial, destruirá también las bases de la ciudad antigua y sentará las del mundo moderno que, para Fustel de Coulanges, no son otras que el descubrimiento del individuo y de la idea de libertad individual.
El texto de La Cité Antique se puede encontrar en: