La decadencia de la ciudad antigua (5): Santos Mazzarino

Manel Miró

Santo Mazzarino, historiador italiano (Catania 1916 – Roma 1987)

El libro de Santos Mazzarino Aspetti sociati del quarto secolo publicado en 1951está dedicado a matizar y estudiar con rigor algunos tópicos del Bajo Imperio. Para el tema que a nosotros nos interesa aporta nuevos conceptos y datos muy interesantes. Mazzarino engloba la problemática de la ciudad en el Bajo Imperio dentro de una temática más general que él llama “Aspetti demografici”, es decir, la cuestión demográfica.

En concreto, en este capítulo de su obra, Mazzarino se entretiene en matizar los datos y conclusiones demográficas de Beloch y la interpretación de la revuelta social de los agricultores-soldados al Bajo Imperio de Rostovzeff.

En primer lugar, las tesis de Beloch, que sostenía que «ya en época de Diocleciano y Constantino comenzó la decadencia demográfica de Roma». Con el fin de refutar esta tesis, Mazzarino se basa en el estudio de las donaciones de carne de cerdo a la plebe romana. Establece que el número de gratificados es proporcional al número de habitantes de Roma y que, por tanto, si conocemos el número de gratificados a lo largo de un tiempo determinado podremos conocer la tendencia de la población de Roma. Para establecer el número de gratificados en el Bajo Imperio estudia el texto de tres leyes: la constitución sobre los «suarii» de Valentiniano I del 367, una constitución de Honorio del 419 y la «novela» 36 de Valentiniano III del 452. Después de realizar unos complicados cálculos llega a los siguientes datos: 317.333 gratificados el 367; 120.000 en el 419 y 141.120 en el 452. Si estos datos los comparamos con los que han dado otros autores para épocas anteriores se puede comprobar, en palabras de Mazzarino, que la población de Roma en el s. IV no es sensiblemente inferior a la del período del Principado. Los datos son los siguientes: 25.000 gratificados el 44 a.C., 32.000 el 5 aC; 160.000-180.000 en tiempos de Septimio Severo (200 d.C.), 300.000 el 317; 120.000 el 419; 141.120 el 452. Esta serie permite seguir a grandes rasgos la evolución demográfica de la Roma Imperial: el índice de urbanismo señala una depresión en torno al 200, pero en el s. IV ha vuelto al nivel de tiempos de Augusto, mientras se observa un nuevo descenso (menos de la mitad) en el s. V, después del asedio y saqueo de Roma por Alarico. Esta serie, pues, permite a Mazzarino eliminar definitivamente la  opinión comúnmente extendida de la recesión demográfica en la Roma del Bajo Imperio, antes de Alarico, en época goda (Casiodoro) donde sí hay este descenso. Y lo que es cierto para Roma lo es también para las otras ciudades capitales del Imperio.

Pero Mazzarino no se detiene en el aspecto demográfico de la ciudad tardorromana, va más allá al afirmar que el concepto de la ciudad, como centro en el que se desarrolla la vida y cultura antigua, queda siempre en la base de la sociedad tardoimperial, que el Bajo Imperio es, por excelencia, la época de la «civilitas», la gran época de la ciudad, aunque las liturgias son imposibles de soportar para los curiales. Y partiendo de esta premisa, según Mazzarino, la oscura historia del ejército tardoimperial deviene clara: este ejército es, en primer lugar, ejército de «comitatenses», de soldados pues que quieren pasar de ser «paganos» a convertirse en ciudadanos y vivir en la ciudad, entre los juegos y diversiones (entretenimientos) que la «civilitas» ofrece. El único punto oscuro en la historia de la ciudad tardorromana respecto a la época del Principado es la falta de equilibrio entre la vida ciudadana y la vida de los «collatores» campesinos, es decir, entre actividad industrial y producción campesina agrícola. Por este motivo, según Mazzarino, alguna ciudad pudo entrar en decadencia y algún pueblo enriquecerse de habitantes e industria al evitar el peso de los transportes lejanos, pero esto no presupone una enfermedad general de la vida ciudadana.

Vemos pues, como Mazzarino enlaza la refutación de las tesis demográficas de Beloch con la problemática de la lucha entre ciudades y campesinos-soldados de Rostovzeff. Mazzarino afirma que si bien en el siglo III se rompe el antiguo equilibrio entre campo y ciudad, éste se rompe no a favor del campo sino de la ciudad. Para Mazzarino la clave para entender el Bajo Imperio y su historia urbana es la nueva reglamentación tributaria creada por Diocleciano. El conflicto entre ciudad y campo en el siglo IV es el conflicto entre los curiales, responsables de las tasas, y los colonos (o campesinos), sobre los que pesa la annona y la capitación tributaria y, por tanto, se convierte en el conflicto entre curiales de una parte y el movimiento de patronazgo por el otro. A través de dicho movimiento los colonos pretendían escapar de la presión fiscal más directa, para obtener más protección, es decir, en último análisis, un conflicto en el que tanto curiales como colonos son igualmente castigados por las exigencias fiscales del Estado tardoimperial. De esa lucha entre ciudad y campo se resiente la resistencia de los colonos no tanto contra la ciudad como ella misma, sino contra la fiscalidad estatal apoyada sobre la responsabilidad de la curia.

Así pues, para Mazzarino, en el bajo Imperio el conflicto entre ciudad y campo se difumina en la lucha contra la presión fiscal, y esta presión fiscal derivaba tanto del «sumptus militaris» como del avituallamiento de las ciudades, sobre todo de las grandes ciudades que Mazzarino llama ciudades – capital. En este sentido, pues, la interpretación del Bajo Imperio como una victoria del campo sobre la ciudad deviene insostenible: la posición privilegiada de las grandes ciudades es la característica del Bajo Imperio. Aclarado este punto, o, mejor dicho, definida su posición teórica, Mazzarino pasa a matizar la visión tradicional que se habría dado de la historia urbana tardorromana.

En la Italia septentrional se abandonan las pequeñas ciudades en favor de las más grandes y populosas, como Milán o Aquilea, mientras en el campo se dejan sin trabajar muchos «fertiles pagi». En el resto de Italia tenemos Roma con sus cerca de 300.000 gratificados, numerosos viajeros y multitud de esclavos, mientras en la Campania, lugar de abastecimiento de la carne de cerdo que se enviaba a Roma, en el 395 hay 528.042 iugera (1.300 Km2) «in desertis et squalidis loci » (C. Th.. XI, 28,2).

En África; intensa vida ciudadana en Cartago, pero el 357 Constancio (C. Th.. XV, 1,1) se preocupa de la expoliación de edificios de las ciudades africanas más pequeñas en favor de algunas más grandes. También aquí éstas devoran a aquéllas. En cuanto al campo, el 422 encontramos en la Proconsular, contra 9.002 centurias y 140 iugera «in solrendo», 5.700 centurias y 1.441 iugera «in remorendis», y en la Byzacena, con un porcentaje más grave de tierras sin cultivo, 7.460 centurias 180 iugera «in praestanda functione» y 7.615 centurias y 31 iugera «in oferenda» (C. Th.. XI, 28,13).

En la Galia, las dos capitales, Tréveris primero y luego Arlés, muestran una intensa vida ciudadana, pero las ciudades pequeñas como Autun, ven mermada la población y se les hace insoportable a los campos el peso de los tributos. Así pues, también en la Galia las ciudades no capitales y los campos están despoblados respecto a las ciudades – capital: frente a Tréveris con 285 ha. encontramos Burdeos con 32 ha., Bourges con 26 ha. o Tours con 7 ha. (F. Lot: Rech sur la pop et la sup. des cités remontant a la periode gallo-romain, 1950).

Si pasamos a Oriente, a pesar de la gran diversidad y la mayor franquicia de la que disfrutaron las ciudades, encontramos de una parte la intensa vida de Constantinopla o Alejandría, también Antioquía, pero por otro, la maltrecha plebe rústica que paga la capitación con las dificultades que conocemos, y encontramos todavía por otro lado las pequeñas ciudades de las que Zósimo puede decir: «Durante largo tiempo, disipada en poco tiempo la fortuna de las ciudades, la mayoría de las habitadas se convirtieron en desiertos » (Zos. II 38,4).

Mazzarino termina su argumentación recapitulando sobre lo que ha dicho. Y así concluye que las grandes ciudades, símbolos por excelencia de la civilización romana, habían visto aumentar, no ya disminuir, su plebe frumentaria y, por tanto, su índice demográfico no había disminuido sino todo lo contrario. Dado que en las ciudades la población disfrutaba del bienestar de la civilización romana, el ideal de vida romana se materializaba en la ciudad y para ella organizaba todo el sistema económico y social que consistía en la explotación del campo encargada a las pequeñas ciudades. El destino del habitante de las mismas, fuera curial o proletario, estaba ligado al destino del campo, y no presentaba demasiadas ventajas respecto a la vida rústica del campesino que encontrará más ventajoso hacerse agricultor y vivir a la sombra de un rico «possessor”.

Mazzarino rebate la teoría de que el Bajo Imperio fue una época generalizada de despoblación. Dicha despoblación donde se produjo fue en ciudades pequeñas y campos, pero no en las grandes ciudades donde se atestigua un aumento de las donaciones, tanto en el número de géneros como en el de componentes de la plebe frumentaria.

En conclusión, las aportaciones de Mazzarino son las siguientes: la decadencia de la vida urbana se limita a las pequeñas ciudades y no afecta a las grandes que crecen más. La decadencia de las pequeñas se debe a la presión fiscal de la que son responsables y que es utilizada por los «patronus» para aumentar su clientela empobreciendo a las ciudades. En cuanto a la teoría de Rostovzeff, Mazzarino admite que en el siglo III se rompe el equilibrio entre ciudad y campo pero no a favor de este último sino de las grandes ciudades tardorromana.

La visión y el planteamiento de Mazzarino son más complejos y, sobre todo, más esclarecedores que los de los historiadores del Bajo Imperio que le habían precedido. Sitúa la problemática demográfica introduciendo los movimientos de población y da una interpretación más clara de la crisis del siglo III y sus consecuencias. Sus aportaciones son fundamentales y abren un amplio abanico de posibilidades de estudio. A pesar de que defiende una intensa y rica vida en algunas ciudades durante el bajo imperio, no alarga esta situación hasta época goda como le gustaría a Pirenne. Sin decirlo explícitamente, propone el ejemplo de Roma para la cual el saqueo de Alarico según Mazzarino, señala el fin de una época, al menos demográficamente hablando.

5 comentarios en “La decadencia de la ciudad antigua (5): Santos Mazzarino

  1. Estimado Manel,
    Al ser Santo Mazzarino uno de mis autores preferidos, estoy valorando la idea de traducir al castellano su libro «La fine del Mondo Antico» y me gustaría conocer tu opinión al respecto, como conocedor de este autor tan famoso en Italia, y desconocido en España.
    Saludos,
    Alfonso

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    • Muchas gracias por tu comentario Alfonso.Respecto al tema de traducir al castellano «La fine del Mondo Antico» de Santo Mazzarino me parece muy interesante porque es un texto magnífico que no ha pasado de moda, a pesar de tener más de 50 años, sino que se ha convertido en un clásico. Desde el punto de vista comercial, no obstante, deberías hablar con gente del mundo editorial porque no tengo ni idea de cómo evaluar la viabilidad de esta propuesta. Lo que es seguro es que yo sería un comprador de ese libro. Saludos,

      Manel

      PD: Para contactarme: mmiro.stoa@gmail.com

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  2. Buenos dias Manel,
    Me gustaría contactar contigo porque estoy iniciando la traduccion de uno de los libros de Santo Mazzarino, «La fine del mondo antico» y quería comentar contigo al respecto si te resulta de interés.
    Saludos
    Alfonso Fernandez

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