Terra Incognita: Una reflexión sobre los modelos de puesta en valor del patrimonio en España

Publico hoy un artículo que escribí el año 2000 en el que reflexionaba sobre los modelos de puesta en valor del patrimonio en España. Aunque muchas cosas han cambiado desde entonces, la esencia de lo que decía hace 10 años sigue siendo válida.

“TERRA INCOGNITA»

Una reflexión sobre la puesta en valor del patrimonio en España

En este escrito defiendo la necesidad de integrar los proyectos de puesta en valor del patrimonio cultural y natural en las estrategias y las políticas de ordenación del territorio. Para ello, propongo, después de una reflexión sobre los modelos de puesta en valor del patrimonio actualmente en uso en España, un modelo teórico de puesta en valor del patrimonio basado en la metodología de los planes estratégicos de interpretación, que ha sido bautizado con el nombre de TERRITORIO MUSEO.

Aunque algunos piensen lo contrario, creo que la interpretación puede ser un instrumento para la puesta en valor del patrimonio. Reconozco que es cierto que no existe un consenso sobre el significado del concepto interpretación ni, y eso me parece más trascendente, sobre el significado de puesta en valor (concepto derivado de una pobre traducción del francés mise en valeur)

Poner en valor un elemento patrimonial implica, en sentido estricto, dar un nuevo valor a algo que no lo tiene. El problema se plantea, de hecho, al enfrentarnos a la palabra valor. No todas las personas que se dedican profesionalmente a la interpretación del patrimonio, sea desde el sector privado o desde la administración, comparten unos mismos criterios sobre la aplicación de ese concepto.

Podemos poner como ejemplo el caso de la marisma del Joyel en el municipio de Arnuero (Cantabria), adquirida por el Ministerio de Medio Ambiente después que el gobierno español recibiera una fuerte sanción económica de Bruselas por haber permitido la construcción de una carretera en pleno centro de la reserva natural. La marisma del Joyel es un espacio natural frágil situado en medio de un espacio altamente urbanizado (Noja, Ajo e Isla) y amenazado por la especulación urbanística.

 

La Marisma del Joyel con Noja al fondo. Fotografía de Toni Rotondas.

Poner en valor ese espacio natural para algunos significará restaurarlo y dotarlo de un marco jurídico de protección que prohíba completamente o limite en ese espacio la presencia y la actividad humana, mientras que para otros poner en valor, además de restaurar y regular normativamente, significará especialmente la implementación de un plan de uso y gestión que permita resolver de manera favorable para la sociedad y la marisma el permanente conflicto del uso y ocupación del territorio. Ante esta situación es necesario preguntarse no sólo como podemos regenerar físicamente el espacio degradado de la marisma sino cómo esa regeneración se puede convertir en una de las aspiraciones elementales y principales de los vecinos que habían esperado obtener algún beneficio de la urbanización de ese lugar.

La Marisma del Joyel con el Molino de Santa Olaja al fondo. Fotografía de Nerea Soto.

La posibilidad, esbozada por algunos agentes del lugar, de un desarrollo urbanístico incontrolado y desmesurado es la amenaza más evidente de los valores culturales y naturales, de la marisma del Joyel, pero no la única y posiblemente tampoco la más grave. La degradación que ha vivido el patrimonio en las últimas décadas en nuestro país no se debe sólo a un desarrollo incontrolado, sino también, a que no ha encontrado su lugar en los nuevos escenarios que se plantean.

El principal problema al que se enfrenta hoy en día el patrimonio cultural y natural de buena parte de las zonas rurales de España, tiene que ver con el cambio en los usos de ese patrimonio y, como consecuencia de ello, con una pérdida de su valor simbólico. Pongamos un ejemplo. Para una joven pareja que vive en un pequeño pueblo del Ampurdán, que trabaja en una gran superficie comercial vecina, la casa heredada de los antepasados, construida en el estilo arquitectónico tradicional puede que hoy en día no sea otra cosa que una antigua e incómoda casa con una distribución de espacios absurda para las necesidades que ellos tienen, con acabados incómodos y costosa de rehabilitar. Mientras, en el otro lado de la balanza, para una joven pareja de profesionales que viven en Barcelona y son consumidores habituales de productos de turismo rural, esa misma casa antigua e incómoda es un magnífico resto del pasado que posee un alto valor simbólico y paisajístico, valor que nada tendrá que ver con el valor simbólico y paisajístico original.

Este ejemplo nos ilustra los diferentes sistemas de valor que rigen en el mundo urbano y el mundo rural. Estas diferencias tienen su traducción en la valoración del patrimonio: mientras la sociedad urbana considera el mundo rural como un espacio de ocio cargado de valores (tranquilidad, autenticidad, naturaleza, diversión), la sociedad rural urbanizada de hoy ha perdido los valores tradicionales y mira hacia el mundo rural como si mirara una copia imperfecta del mundo urbano (aburrimiento, aislamiento, falta de oportunidades).

Estos ejemplos nos ponen delante del gran reto que tiene actualmente cualquier proyecto de puesta en valor del patrimonio cultural y natural. Hoy en día la pregunta cómo conservar debe ser sustituida por otra más dinámica, más relacionada con el verdadero problema del presente que es el cambio, la transformación. Dicho de otra manera, la pregunta que debemos responder es ¿qué papel debe jugar el patrimonio cultural y natural en una sociedad cambiante como la nuestra? La respuesta a esta pregunta pasa, primero, por interrogarse sobre la función de la interpretación del patrimonio y el papel del intérprete-planificador en un escenario plagado de tensiones sociales a escala planetaria debido a la globalización de la economía: consumismo frente a pobreza, desarrollismo frente a sostenibilidad, escaso desarrollo del pensamiento crítico, crecimiento de la xenofobia, profundización en las diferencias entre un norte cada vez más desarrollado y un sur más empobrecido…

Todas estas tensiones sociales con que inauguramos el siglo XXI se reflejan, desde mi punto de vista, en el que se plantea como uno de los principales conflictos actualmente de nuestro mundo: el del uso y abuso de la ocupación del espacio.

Ante este conflicto y en relación con los proyectos de puesta en valor del patrimonio, caben diferentes posicionamientos. En España no existe una tradición de reflexión teórica sobre los modelos de puesta en valor del patrimonio, lo que no significa que no existan o no se apliquen diferentes modelos. En la actualidad podemos encontrar ejemplos de, básicamente, tres modelos:

1.      El modelo “hagamos tabla rasa del pasado” parte de la idea que el crecimiento y el desarrollo del territorio no puede estar hipotecado por unos vestigios del pasado que han perdido su utilidad, en este escenario aquello que no sirve puede ser aniquilado. La franja costera mediterránea española es el mejor ejemplo  de este modelo de desarrollo hecho a base de quemar territorio y destruir recursos. En este modelo el patrimonio, como mucho, llega a ser considerado un elemento decorativo.

 

Benidorm. Paradigma del modelo «Hagamos Tabla Rasa del Pasado».

2.      El modelo “joya de la corona” plantea la puesta en valor del patrimonio desde una óptica corporativista y desde una lógica de propaganda política. La Cueva de Tito Bustillo en Ribadesella (Asturias) nos ofrece un buen ejemplo de este modelo. Por un lado, el entorno de la cueva, el Macizo de Ardines, no tiene ningún tipo de protección y está sometido a la presión urbanística y a vertidos incontrolados y, también, las cuevas  con arte rupestre de  los municipios vecinos apenas cuentan con instrumentos de control y conservación, incluida la cueva de Tito Bustillo. Mientras, por otro lado, se promueve desde la sociedad civil riosellana una inversión de 15 millones de euros para la creación de un «museo virtual» de la Cueva. La justificación de este disparate la han proporcionado arqueólogos que, desde la autoridad de sus cátedras, han afirmado que Tito Bustillo es tan importante como Altamira, dando a entender que el resto de cuevas del Oriente de Asturias no lo son y que por ello no hace falta invertir en ellas.

 

Centro de Visitantes de la Cueva de Tito Bustillo en Ribadesella (Asturias)

3.      Finalmente, existe un tercer modelo que debido a la incertidumbre sobre sus verdaderas posibilidades (es un modelo joven, por desarrollar) hemos bautizado con el nombre de “terra incognita”, una expresión latina utilizada tradicionalmente por los cartógrafos para designar aquellos territorios cuya existencia se suponía pero no habían sido explorados[1]. “Terra incognita” es una metáfora que ilustra la vocación de explorar nuevas vías de conocimiento y uso del territorio, es decir, de descubrir nuevos valores en la relación con el territorio que habitamos y explotamos, desde una perspectiva de desarrollo sostenible.

Ligado a este tercer modelo y para responder de manera concreta a la pregunta que nos formulábamos anteriormente, es decir, ¿qué papel debe jugar el patrimonio cultural y natural en una sociedad cambiante como la nuestra? hemos desarrollado el concepto de “territorio-museo”.

Este concepto, heredero de los planteamientos originales de los ecomuseos franceses y de la tradición anglosajona de la interpretación del patrimonio, parte de una reflexión previa sobre los valores que puede aportar el patrimonio a la sociedad contemporánea:

  • Valor identitario: el patrimonio puede actuar o actúa como elemento generador de imagen y de identidad territorial.
  • Valor económico: la puesta en valor del patrimonio puede generar nuevas oportunidades de negocio y, por tanto, convertirse en un yacimiento de empleo y una nueva fuente de ingresos para el territorio.
  • Valor social: el desarrollo de un proyecto de puesta en valor del patrimonio puede convertirse en el icono y el motor de un proceso de cohesión  y consenso  en el ámbito local.

Fruto de esta reflexión desarrollamos el concepto “territorio-museo”, no con la intención de concebir el territorio como una reserva, sino al contrario, lejos del espíritu enciclopedista, entenderlo como un espacio vivo de la memoria, de una memoria que debe ser conocida por sus actuales herederos y debe ser accesible a todos aquellos que sientan curiosidad por conocerla. De una memoria entendida como la base imprescindible del desarrollo.

El concepto territorio museo tiene un doble significado:

  • Por un lado, lo aplicamos en un sentido físico, para designar un espacio de consumo cultural que se manifiesta como un gran museo al aire libre  abierto y habitado, en continuo movimiento y transformación, compuesto de centros de interpretación, monumentos, itinerarios señalizados… A diferencia, no obstante, de muchos museos al aire libre, el Territorio Museo no está situado en un recinto de uso exclusivo, delimitado por una barrera física (no es un parque acotado), sino que pretende integrar la vida cotidiana del territorio y de sus habitantes. Por tanto es fundamental facilitar al usuario (sea visitante o residente) los instrumentos que le ayudarán a situarse, a ver y aprender aquello que le ofrece el territorio.
  • Por otro lado, y esta es la novedad metodológica más importante, lo utilizamos para designar a una “estructura organizativa”, capaz de liderar un proceso de desarrollo sostenible, encargada de la gestión del uso del patrimonio y dedicada a la aplicación de una estrategia de interpretación del territorio cuya elaboración debe ser el aspecto metodológico central de cualquier proyecto de puesta en valor del patrimonio.

Entendemos que el concepto de “territorio-museo” puede ser especialmente atractivo en una propuesta que pretende difundir el concepto de “marca-territorio” en diferentes mercados (ocio, turismo, cultura, agroalimentario…) al permitir optimizar el conjunto de servicios y productos ofrecidos por el territorio, posibilitar una mayor competitividad de los agentes económicos del territorio ligados a estos mercados y priorizar el tipo de inversiones a realizar.

Para que ello sea posible, debemos caminar hacia un modelo de presentación del territorio relacionado con una idea integral de paisaje y de respeto al mismo, que cuente con los testimonios originales (ya sean tangibles o intangibles), que utilice las construcciones existentes, es decir, los lugares de la memoria, en esto consiste la idea del territorio-museo.

Para finalizar, quiero insistir en la necesidad de colocar el respeto al patrimonio cultural y natural, en el centro de las preocupaciones por mejorar la calidad de vida de nuestras poblaciones. En este sentido, de la aplicación de la metodología del territorio museo esperamos la implementación de unas políticas de desarrollo sostenible, y la creación de unos mecanismos de gestión que permitan, de una manera eficaz, la participación de la sociedad civil y de los agentes económicos en los procesos de ordenación del territorio.


[1] Terra Incognita es el título de un proyecto transnacional desarrollado entre los años 1997 y 2000 dentro del marco del programa comunitario TERRA. En este proyecto han participado los municipios de Alghero (Cerdeña, Italia) y Peralada (Cataluña, España), las mancomunidades del Prepirineo y Somontano (Aragón, España) y la Comarca del Garraf (Cataluña, España). Se trata de un proyecto piloto que tiene por objetivo estudiar la integración del patrimonio en las estrategias de ordenación del territorio

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