Manel Miró
Para M. I. Rostovtzeff, (M. I. Rostovtzeff: Social and Economic History of the Roman Empire, 1926) la decadencia de la ciudad antigua es un síntoma más de la decadencia general de la civilización antigua acaecida durante el Bajo Imperio Romano a raíz de la revolución social del siglo III, en la que los campesinos / soldados destruyeron las bases sociales y económicas del período del Principado, esto es, la burguesía urbana.
La argumentación de Rostovtzeff es tal como sigue. Basándose en datos procedentes de Egipto, el historiador ucraniano establece que en el siglo III algunos hechos ilustran el inicio de la ruina del Imperio provocada por el período conocido como la Anarquía Militar. La depreciación monetaria unida al aumento de los precios dio pie a la aparición de una moneda fiduciaria y eso llevó a la inestabilidad de los salarios. Todo ello provocó una incertidumbre general que frenó las inversiones y que tuvo como consecuencia una fluctuación de los tipos de interés con tendencia a la baja. El resultado de este encadenamiento de factores fue una depresión de la vida comercial, en especial en Occidente donde los bárbaros devastaron y saquearon las ciudades. A las invasiones hay que añadir las luchas entre los emperadores que tuvieron consecuencias más sangrantes para la población, dado que cada nuevo emperador necesitaba recursos para estabilizar su gobierno y los medios utilizados fueron expeditivos: levas con coacción, contribuciones forzosas, imposición de trabajos, militarización de la administración (incluidos los funcionarios municipales).
Las devastaciones y exacciones generalizadas provocaron la despoblación del Imperio; epidemias, guerras y falta de ganas de vivir (duras condiciones de vida). La Anarquía Militar del siglo III, pues, tuvo como consecuencia más funesta la presión constante ejercida por el Estado sobre sus súbditos y la despoblación provocó una imparable disminución de la producción, el abandono de tierras, el descuido de obras de irrigación y drenaje, la autosuficiencia regional, la decadencia industrial y el retorno a la producción doméstica.
Las necesidades del Estado también grabaron duramente a las curias municipales responsables de la recaudación y el pago de la annona. Todo este trastorno del sistema económico imperial a quien más afectó fue a los miembros de la clase acomodada, pero no opulenta, de las ciudades. En resumen, las fuerzas que precipitaron al Imperio a «este miserable estado» fueron la coincidencia de la guerra civil permanente con violentos asaltos de enemigos exteriores, que obligaron al Estado a poner en marcha una «política de terrorismo y coacción totalitarista «de la cual fue el instrumento el ejército.
Se pregunta Rostovtzeff ¿Cuál fue entonces el verdadero motivo que impulsó a los ejércitos a cambiar continuamente a los emperadores, a asesinarlos apenas proclamados y a combatirlos contra sus propios hermanos con una violencia de la cual difícilmente hallamos otro ejemplo en la Historia de la Humanidad? (p. 418).
La respuesta a esta pregunta es, para Rostovtzeff, la clave para entender la caída del Imperio Romano y con él, la desaparición de la civilización y la ciudad antigua. Y la respuesta que da Rostovtzeff es la de una revolución fruto de una lucha de clases entre los campesinos (campo) y los burgueses (ciudad).

Michael I. Rostovtzeff (derecha) con el arqueólogo belga Franz-Valery-Marie Cumont, el año 1933 en el Mithraeum de Dura Europos
La prosperidad de los siglos I y II de nuestra Era se hizo patente en la magnificencia de las ciudades que rodeaban todo el Mediterráneo. Fue una prosperidad de la que sólo disfrutaron las clases altas de la sociedad romana, la clase senatorial (aristócratas) y la clase ecuestre (burgueses). Mientras las ciudades prosperaban y los burgueses se enriquecían, las clases campesinas se veían marginadas política y socialmente y oprimidas económicamente.
Según Rostovtzeff, las guerras civiles del siglo III representan una lucha de los campesinos / soldados (ejército imperial) contra los privilegios municipales. La misma lucha (ahora más generalizada) que había acabado con la República. Pero mientras la primera batalla la ganó la burguesía urbana, la segunda (y definitiva) la ganaron los campesinos / soldados, y de esta manera la clase media romana (activos y laboriosos ciudadanos de las mil ciudades del Imperio) entró en vías de desaparición. Pero, según Rostovtzeff, en esta brutal lucha no hubo ningún ganador, pues si la burguesía sufrió extraordinariamente, los campesinos no ganaron nada. ¿Por qué? Pues porque el gobierno imperial en su intento de restablecer la normalidad y la convivencia ciudadana creó un Estado totalitario que esclavizó a toda la población, ligando a cada hombre a su puesto de trabajo, tanto los privilegiados como los oprimidos.
Las reformas de Diocleciano y Constantino dieron carácter definitivo a las medidas de urgencia que habían tomado los efímeros emperadores del siglo III. Entre ellas destaca la reforma de la administración mediante la cual los miembros de las curias municipales se convertían en agentes del fisco responsables del cobro y pago de los impuestos, lo que coadyuvó a la pérdida de muchas fortunas ya la falta de candidatos para ocupar el cargo de curial.
El rasgo más sobresaliente de la vida económica del periodo final del Imperio fue el empobrecimiento generalizado. El comercio decayó, sobre todo, por la falta de clientes. Así pues, como conclusión, vemos que la ciudad ocupa un lugar central en el razonamiento de Rostovtzeff, si bien no le dedica un estudio específico.
De lo que hemos leído podemos apuntar lo siguiente: la ciudad decae en el Bajo Imperio porque desaparece su apoyo fundamental, es decir, la burguesía urbana, como resultado de las luchas de los campesinos / soldados. Estas luchas no son una agresión directa y consciente, pero sí tienen unos resultados catastróficos.
Las luchas entre los diferentes ejércitos y las devastaciones bárbaras provocan un clima de inestabilidad en medio del cual se desarrolla una nueva manera de entender el Estado, el totalitarismo. La transición del Principado al Dominado ya está sellada en tiempos de Diocleciano. Las reformas de éste, de Constantino y de sus sucesores, conducen al Estado hacia una monarquía absolutista e intervencionista. Las devastaciones y la pérdida de libertad imposibilitan el desarrollo normal de la economía urbana burguesa, entrando el comercio y la vida urbana en un proceso de irreversible regresión hacia una economía doméstica, la que prevalecerá durante la Edad Media.
No deja de ser curioso que un historiador antimarxista como Rostovtzeff utilice conceptos del materialismo histórico como la lucha de clases en su discurso, aunque se cuida mucho de atribuirle un carácter progresista a ese concepto pues para el historiador ucraniano esta lucha concreta no llevó a la victoria de una clase sino al aniquilamiento de una y el empobrecimiento de la otra, tesis que años más tarde defenderá un marxista convencido y militante como Kovaliov.
Rostovtzeff en ningún momento se ocupa de una manera específica de la transformación de la ciudad durante el Bajo Imperio, se limita a apuntar la ruina de la clase burguesa urbana fruto de la lucha de clases y del intervencionismo económico estatal. Es una lástima que uno de los pioneros de la utilización de los datos arqueológicos en la explicación del mundo antiguo se desentienda, en este aspecto concreto, de verificar arqueológicamente el empobrecimiento y decadencia urbana que tan afanosamente defiende utilizando casi exclusivamente datos proporcionados por los papiros egipcios.