La interpretación del conflicto: el ejemplo de la Ruta de las Misiones de la Baja California

Publico hoy en «Raining Stones» un artículo que forma parte del libro editado por el Prof. Miguel Sorroche de la Universidad de Granada Baja California. Memoria, herencia e identidad patrimonial.

portada baja california

 

La Ruta de las Misiones Jesuíticas en la Baja California analizada desde la óptica de la interpretación comprometida (hot interpretation)

Manel Miró Alaix

La Ruta de las Misiones de la Baja California es un objeto de estudio muy interesante para la interpretación del patrimonio porque plantea el tema de la interpretación del conflicto y, al mismo tiempo, presenta una amplia gama de enfoques interpretativos que van desde el relato heroico de la acción evangelizadora de los misioneros hasta la reivindicación de los pueblos indígenas exterminados, pasando por la historia de la exploración de nuevas tierras o de la expansión del Imperio español y su sistema de explotación de las tierras conquistadas. A menudo consideramos que el uso turístico del patrimonio exime de intentar presentar la historia en toda su crudeza, especialmente en aquellos sitios ligados a algún tipo de conflicto, sea éste social, político o bélico. Por este motivo es frecuente que las guías turísticas utilicen un lenguaje frío y presenten los acontecimientos de una manera distante, como si la distancia permitiera una mejor comprensión de los sitios patrimoniales que son visitados por el público[1].  Como respuesta a esta “interpretación distante o políticamente correcta” surgió la “interpretación comprometida” (hot interpretation) en un intento de retomar las enseñanzas de Tilden. El objetivo de este artículo es analizar la Ruta de las Misiones de la Baja California desde la óptica de esta Interpretación Comprometida.

El concepto de Interpretación Comprometida

El concepto Hot Interpretation fue acuñado en 1988 por David L. Uzzell (Uzzell, 1989) para definir un tipo de interpretación que intenta dar respuesta a la evidencia de que los visitantes de los sitios patrimoniales no perciben el patrimonio como una experiencia simplemente cognitiva. El punto de partida de la Hot Interpretation es que si bien en nuestra sociedad se considera altamente deseable un enfoque individual, frío y objetivo para la presentación y evaluación de la información y la posterior toma de decisiones, hay muchas decisiones que tomamos en la vida, tanto en ámbitos públicos como privados, en los que un acercamiento al mundo puramente racional es difícil, imposible o, incluso, no deseable (Uzzell; Ballantyne, 1998: 152-171).

David L. Uzzell se basa en los principios de Tilden (Tilden, 1957) para defender la eficacia y la necesidad de la Hot Interpretation, especialmente en aquellos sitios patrimoniales que tienen una fuerte personalidad y generan una alta emotividad en las personas, sea porque la interpretación toca recuerdos personales como, por ejemplo, en los campos de batalla donde murieron seres queridos, o sea porque la interpretación tiene una implicación a nivel colectivo como, por ejemplo, los sitios donde una nación obtuvo su independencia o su libertad de un poder colonial: «Una lectura del libro de Tilden forzosamente nos recuerda que la interpretación trata de encender un despertar espiritual en el que el visitante experimenta la maravilla del mundo que le rodea. Para Tilden, pues, la interpretación que no conduce a una experiencia emocional del mundo es deficiente en algún aspecto importante» (Uzzell; Ballantyne, 1998).

Las Misiones de la Baja California como sitios patrimoniales

Los promotores de la Ruta de las Misiones han planteado su creación con un doble objetivo: preservar el patrimonio y generar el desarrollo local. Se supone pues que el patrimonio de la Ruta de las Misiones debe ser objeto de un proceso de puesta en valor y que el modelo de gestión debe permitir tanto la creación de puestos de trabajo directos, derivados de la explotación de los recursos, como indirectos, al proveer todos los servicios turísticos necesarios para seguir la ruta.

Dado que el principal atractivo turístico de la Baja California son sus playas y sus espacios naturales y dado también que el turismo cultural es muy minoritario en esta área, será precisa una gran inversión tanto en adecuación de los sitios como en promoción de la ruta para conseguir esos objetivos sin olvidar que los modelos de desarrollo turístico deseables desde una óptica democrática son aquellos que nacen del respeto hacia las identidades locales y que permiten una amplia distribución de la riqueza que generan sin destruir los recursos que explotan.

Desde sus inicios, las misiones que los jesuitas fundaron en la Baja California estuvieron constantemente amenazadas por la precariedad de recursos. Una precariedad que tenía su origen tanto en la dificultad por implantar una agricultura de tipo mediterráneo en un territorio desértico (con pocos cursos de agua, escaso terreno apto para la agricultura e insuficiente mano de obra) como en la falta de interés de los gobernantes españoles que se negaban sistemáticamente a proporcionar a las misiones las ayudas prometidas. El historiador y sacerdote jesuita, Francisco Javier Clavijero explica en su Historia de la Antigua ó Baja California que el padre Juan María de Salvatierra, impulsor junto con el padre Eusebio Francisco Kino de las primeras misiones, pasó buena parte de su vida reclamando esas ayudas que nunca llegaban: «Como el anhelo por su California no le dejaba reposar, luego que llegó á Méjico hizo al virrey una visita en la que expuso el estado de las misiones, y le suplicó encarecidamente que mandase ejecutar las estrechas órdenes del rey. Mas aunque aquel señor le manifestó grande estimación á sus virtudes y celo apostólico y quedó convencido de la justicia de sus pretensiones, no por eso las favoreció»(Clavijero, 1852).

Fig 1. Infraestructura hotelera en Loreto.

Fig 1. Infraestructura hotelera en Loreto.

Abandonadas a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, la mayoría de las antiguas misiones fundadas por los jesuitas en la Baja California han sufrido la degradación provocada por la falta de uso, por los efectos de la lluvia y el viento o por la acción humana que las ha expoliado, tanto para reaprovechar materiales de construcción como por el simple saqueo. De muchas de esas misiones, especialmente las construidas en adobe, apenas quedan restos, pequeños montículos de arcilla que recuerdan lo que antes fueron muros. Sólo algunas iglesias, construidas en piedra, han sido capaces de resistir con mayor o menor fortuna el paso del tiempo gracias al cuidado de los fieles y, en las últimas décadas, gracias también a la ayuda del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de algunas instituciones particulares como la Asociación Civil “Mejibó”.

A pesar de la degradación sufrida durante más de cien años «las construcciones que levantaron los jesuitas causan gran impresión en el visitante, ya sea por haberse levantado en los sitios más desolados como Santa Gertrudis, San Francisco de Borja y San Luis Gonzaga, o por su solidez y belleza, como las de San Francisco Javier, San Ignacio y Nuestra Señora de Loreto»[2].

Fig. 3. Misión de Santa Gertrudis. Baja California.

Fig. 3. Misión de Santa Gertrudis. Baja California.

Posiblemente se deba a esta “gran impresión” que todavía producen las misiones de la Baja California que actualmente sean consideradas un recurso turístico capaz de estructurar una ruta[3] pero ¿son las misiones los únicos elementos patrimoniales que deberían tenerse en cuenta en dicha ruta? Dicho de otro modo, la historia de las misiones de la Baja California ¿no es también la historia de la desaparición de los pueblos indígenas de la Baja California? Está claro que los restos materiales que han dado pie a la ruta fueron los construidos por los misioneros, pero posiblemente exista también un patrimonio inmaterial indígena que pueda rastrearse, además de en las crónicas y los archivos, en el paisaje, en la gastronomía, en la toponimia.

Fig. 2. Agricultor arando en San Francisco Javier.

Fig. 2. Agricultor arando en San Francisco Javier.

Una historia de luces y sombras

Los 71 años que van desde la fundación de la Misión de Nuestra Señora de Loreto (1697) hasta el decreto de Carlos III de expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios de la corona española (1768)  albergan una historia extraordinaria de unos hombres extraordinarios, los misioneros jesuitas, que, además de dedicar su vida, su inteligencia y su salud a intentar mejorar las condiciones de vida de una población amenazada y castigada por el más feroz colonialismo, también desarrollaron una importante labor científica y llevaron a cabo expediciones que fueron cruciales para el conocimiento de la geografía de la Baja California, como la que llevó a cabo el jesuita de origen croata Fernando Consag que permitió establecer definitivamente que la California no era una isla sino una península.

Pero el periodo misional en la Baja California también alberga sombras. Bajo la sincera voluntad de evangelizar puede rastrearse también la intención de someter a unas poblaciones indígenas para convertirlas en mano de obra al servicio de los intereses del Imperio Español. Quizá los misioneros no fueran conscientes de ser instrumentos del imperialismo, posiblemente fueran ciertas sus intenciones de defender a los cochimíes, los pericúes o los guaycuras de la rapacidad de los soldados, conquistadores y exploradores cuyo único interés por la Baja California eran las perlas. Pero lo cierto es que con la implantación de las misiones, la población indígena de la Baja California fue diezmada, hecho que causó sorpresa al historiador jesuita F.J. Clavijero que no acertaba a entender las causas del exterminio de la población indígena que se produjo durante el periodo misional: «Por otra parte, consta que después de la introducción del cristianismo se disminuyó mucho el número de habitantes, señaladamente en la parte austral, en la cual los pericúes que había cuando se les anunció el Evangelio, se redujeron después a la décima parte, á pesar que desde su conversión cesaron sus guerras, estuvieron mejor alimentados y su vida fue más arreglada. No es fácil dar con la causa de esta despoblación. Solo se sabe que esta fue el resultado de las enfermedades; pero ¿por qué estas enfermedades no les eran tan funestas cuando se hallaban privados de todo recurso? ¿Por qué no morían en mayor número cuando las enfermedades obraban juntamente con el hambre y la guerra?» (Clavijero, 1852). Quizá si el padre Clavijero hubiera podido acceder a fuentes directas de lo que pensaban los indígenas le hubiera sido más fácil entender el por qué del exterminio. Lucila del C. León Velasco y Mario A. Magaña Mancillas explican en su capítulo dedicado al periodo misional de la Breve Historia de la Baja California (León Velasco; Magaña, 2006) que, aunque rara vez se pueda escuchar la voz de los indígenas a través de los documentos, la declaración de Agustín Castelo, indígena de Santa Gertrudis, refleja su sentir: «que quería matar a los padres de la misión porque lo azotaban mucho por cimarrón y que siempre se andaba huyendo por los montes y que no concurría a rezar la doctrina, que él y el Borjino tenían pensado venir a la misión y matar a los padres a flechazos». Castelo no pudo llevar a cabo sus amenazas porque fue condenado a muerte, junto con otros indígenas, por el crimen de rebelión y tentativa de asesinato. Su caso es una prueba evidente del conflicto existente entre una sociedad sedentaria que quiere imponer sus usos a una sociedad nómada.

Fig. 4. Azulejo de la fachada de la Misión de San José del Cabo

Fig. 4. Azulejo de la fachada de la Misión de San José del Cabo

Este conflicto, que es el núcleo central de la historia de la Baja California durante el periodo misional, no puede dejarse de lado y la creación de una Ruta de las Misiones debería plantearse cómo se tiene que enfocar la interpretación de esta historia de luces y sombras.

El enfoque actual de la Ruta de las Misiones de la Baja California.

Sin duda es tentador plantearse una visión “edulcorada” o «naíf» del periodo misional pensando en que cuando la gente hace turismo lo único que busca es entretenimiento y que, a menudo, se confunde entretenimiento con ausencia de conflicto. Quizá por causa de esta tentación la única historia que interesa a los promotores de la Ruta de las Misiones es la de los misioneros, sus obras y los problemas que tuvieron que enfrentar para conseguir evangelizar a los “díscolos” indígenas que encontraron. Al menos, esa es la idea que parece desprenderse de la presentación de la Ruta de las Misiones tal y como se presenta en la web turística del Estado de Baja California Sur:

«Importantes testigos del paso del tiempo, los 18 sitios misionales, de los cuales 10 se mantienen en pie actualmente, que se encuentran en Baja California Sur, cuentan al visitante la ardua y difícil labor de evangelización que desarrollaron durante la época de la Nueva España los sacerdotes españoles. Hasta estas tierras, los colonizadores extendieron su presencia motivados sobre todo por el interés de descubrir nuevas riquezas, pero al ver sus deseos frustrados y enfrentar la hostilidad de los indígenas originarios del lugar, decidieron abandonar las intenciones de conquista y fue entonces cuando dio inició el programa evangelizador de la Compañía de Jesús. Es a partir de 1697 cuando formalmente comienza la etapa misional en Baja California Sur con la llegada de los jesuitas, quienes, comandados por el padre Juan María Salvatierra, fundan la primera misión permanente de las Californias: Nuestra Señora de Loreto. Para conocer el legado histórico de las misiones, se creó el Programa Ruta de las Misiones con la finalidad de rescatar y preservar este patrimonio de la cultura e historia del país, así como motivar el desarrollo turístico de las localidades donde están ubicadas las misiones. Como resultado, estos importantes monumentos históricos son visitados cada día más por turistas de diversas nacionalidades, así como también por turistas nacionales ávidos de conocer más y de disfrutar de la riqueza histórica y cultural de Baja California Sur[4]«.

Otra web turística incide en esta misma visión de la Ruta de las Misiones:

«Adéntrese en éstas tierras de clima y geografía extremos, e imagine este lugar en 1697 cuando no había caminos, el agua era escasa y cuando sólo se podía llegar por barco. Otros obstáculos a combatir fueron las inundaciones, las epidemias y la resistencia de los indígenas pericúes, guaycuras y cochimíes, grupos seminómadas difíciles de aceptar la vida en congregaciones[5].

Y un tercer ejemplo:

«Mucho antes de que Los Cabos se convirtiera en el destino mundialmente reconocido que hoy es, pasaron tortuosos siglos en los que misioneros jesuitas, franciscanos y dominicos intentaron establecerse en la península para evangelizar a sus habitantes[6]«.

Todos los enunciados coinciden en ensalzar la heroicidad de los misioneros y en considerar a los pueblos que habitaban la Baja California no como víctimas de la colonización, sino como uno más de los peligros o problemas que debieron enfrentar y resolver los misioneros. Sorprende comprobar que nadie (al menos nadie de los que se ocupan de promover la ruta) se haya preocupado mínimamente de levantar la voz de los indígenas. Posiblemente esto se deba a la práctica desaparición de la población indígena original de la Baja California, a que los actuales pobladores no tienen ningún vínculo con ese remoto pasado y a que nadie haya asumido el rol de defensor de la “otra” identidad[7].

Compartamos o no las creencias religiosas de los jesuitas que evangelizaron la Baja California (seguidos luego, a raíz de la expulsión, con menos fortuna por franciscanos y dominicos), como herederos que somos de la sociedad y de los valores que esos hombres defendían, nos es más fácil emocionarnos ante su valentía y espíritu de sacrificio que con las muestras de valentía de los indígenas enfrentándose a aquéllos que habían llegado para destruir sus ancestrales creencias y su forma de vida nómada (debemos recordar que muchos de esos misioneros provenían de familias pudientes y que renunciaron a una vida cómoda y tranquila para enfrentar una vida de precariedad y peligros). Por desgracia, el relato que ha llegado hasta nuestros días de aquéllos años está sesgado. Cartas, documentos, historias narran las hazañas de los misioneros en primera persona. La voz de los cochimíes, los pericúes o los guaycuras es inexistente o nos llega deformada por el filtro de nuestros historiadores. Sólo la crítica histórica contemporánea, que se ha preocupado por rastrear la voz de los pueblos indígenas y que ha puesto en causa la bondad del proceso evangelizador, ha intentado arrojar una nueva luz sobre la historia de las misiones. Lamentablemente esa visión está ahora mismo siendo ignorada por los intérpretes de la Ruta de las Misiones.

El análisis de la Ruta de las Misiones de la Baja California desde el enfoque de la Interpretación Comprometida.

Desde el enfoque de la “Interpretación Comprometida”, el planteamiento actual de la Ruta de las Misiones de la Baja California ha evitado tratar dos cuestiones que son relevantes para una mejor comprensión del período misional: la distancia temporal y la experiencia del lugar. Respecto a la primera cuestión, la de la distancia temporal, aún siendo una historia cercana, apenas han pasado 150 años desde que fueron abandonadas, la falta de una población que se sienta heredera directa tanto de los nativos como de los misioneros o del personal que trabajaba en las misiones, dificulta la existencia de una interpretación basada en los vínculos emocionales. Esos vínculos quizá deberían buscarse a partir de la percepción de la misiones como espacios de relación directa entre una población nativa y una población nueva, en la consideración de las misiones como laboratorios de mestizaje, y en la explicación del fracaso de ese proceso. Dónde mejor se suele apreciar el proceso de mestizaje es en la gastronomía y en el arte, especialmente el popular, por ello será imprescindible partir de una buena investigación histórica y antropológica que nos permita rastrear esos procesos de mestizaje para luego ver cómo se pueden presentar de manera atractiva e interesante a los visitantes.

La segunda cuestión que interesa a la Interpretación Comprometida es la experiencia del lugar, es decir, de qué manera diferentes personas viven de diferentes maneras su visita a un lugar en función de sus conocimientos, recuerdos o bagaje cultural. Un amigo de Sevilla me contó la decepcionante experiencia que supuso para él ir a visitar el sitio de la batalla de Little Bighorn[8]. Desde muy joven había sentido fascinación por el Oeste Americano y de manera muy especial por esa batalla. Había leído infinidad de literatura histórica sobre ella y, finalmente, en un viaje con su esposa y una pareja de amigos a Estados Unidos tuvo la oportunidad de visitar el lugar. Mi amigo me contó que experimentó una gran excitación al verse finalmente en el lugar que tantas veces había imaginado y sobre el que tanto había leído. Les explicó a sus acompañantes de manera pormenorizada los diferentes actos de la batalla, los personajes involucrados, el momento dramático del asalto final pero no consiguió hacerlos partícipes de su emoción y la indiferencia de sus acompañantes le acabó provocando una tremenda frustración. Esta anécdota revela que la manera que tenemos las personas de experimentar un lugar depende mucho de las referencias y del imaginario que somos capaces de proyectar sobre él. De ahí la tremenda dificultad a la que se enfrenta la Interpretación Comprometida cuando intenta “crear una atmósfera» para favorecer la relación empática entre un sitio y sus visitantes y la necesidad de decidir previamente quién es el público objetivo ¿los que tienen experiencia de primera mano de la situación o los visitantes en general? D. Uzzell explica que la respuesta a esta pregunta es importante en el diseño de la Interpretación Comprometida y pone como ejemplo la interpretación del patrimonio cultural aborigen cuya naturaleza está fuertemente influenciada por las respuestas a las preguntas relativas a la audiencia objetivo (turistas o comunidades aborígenes) que afecten a la finalidad de la interpretación. En el caso de la Ruta de las Misiones es fácil imaginar que a aquéllas personas que conocen y admiran la labor misionera de la Compañía de Jesús les sería más fácil establecer un vínculo emocional con los sitios misionales sin la necesidad de proveer mucha mediación interpretativa.

Conclusión: patrimonio y compromiso social

Analizar la Ruta de las Misiones de la Baja California desde el enfoque de la Interpretación Comprometida y reflexionar sobre su planteamiento tiene hoy en día mucho sentido porque, igual que sucedió en los años 70 con la Nueva Museología, el patrimonio se enfrenta hoy en día a unos retos que tienen más que ver con un cambio del modelo de sociedad que con una disputa ideológica. El mundo surgido después de la IIª Guerra Mundial se deshace como un azucarillo. Las viejas ideologías parece que no son capaces de dar respuestas convincentes, atrapadas como están en una compleja red de intereses, encerradas en reductos nacionales mientras intentan resolver problemas económicos que tienen una dimensión planetaria. Desde hace años, en la mayoría de países con regímenes democráticos el relato “partidista” ha vencido al relato “democrático”. El mundo del patrimonio no es ajeno a esta situación y así vemos que la interpretación “políticamente correcta” se ha generalizado frente a otras interpretaciones que se cuestionan el “status quo” actual. La Ruta de las Misiones de la Baja California es un ejemplo de ello.

Notas

[1] Aunque también es cierto que existe la otra cara de la moneda, la del uso morboso del dolor como reclamo turístico que podemos ver, por ejemplo, en supuestos museos dedicados a recrearse en las técnicas de tortura.

[2]http://www.loyola.tij.uia.mx/ebooks/historia_baja/%5B14%5D%20%20Las%20misiones%20jesuitas.%20X.pdf

[3] http://visitbajasur.travel/actividades/ruta-de-las-misiones/

[4] http://visitbajasur.travel/actividades/ruta-de-las-misiones/

[5] http://www.turiguide.com/estados-mexicanos/baja-california-sur/ruta-de-las-misiones.html

[6] http://www.visitmexico.com/es/ruta-de-las-misiones-los-cabos

[7] Después del periodo misional la región quedó prácticamente despoblada. Con la llegada de la Independencia de México en 1821 la provincia de Baja California permaneció aislada del resto de la nueva nación mexicana y habitada sólo por algunas pequeñas poblaciones. En 1936, 15 años después de la Revolución Mexicana, un decreto del Presidente Lázaro Cárdenas dio inicio a un periodo de integración con el resto del país. De 1910 a 1950 la población de la península de la Baja California creció cincuenta veces hasta llegar a los 520.165 habitantes gracias a la llegada de miles de inmigrantes de todo México junto con otros procedentes de Alemania, Francia y China. Según datos del 2010, la población del Estado de Baja California cuenta con 3.155.070 de habitantes y el Estado de Baja California Sur con 637.026.

[8] http://www.nps.gov/libi/index.htm

Referencias bibliográficas

Clavijero, F.J.(1852): Historia de la Antigua ó Baja California, Méjico: Impr. de J. R. Navarro.

León Velasco, L.C.; Magaña, Mario A. (2006): “El periodo misional 1697-1849”, en Samaniego Nieto, M.A. (ed.). Breve historia de Baja California, México DF, 2006.

Tilden, F.(1957): Interpreting Our Heritage, Chapel Hill: University of North Carolina Press.

Uzzell, D.L. (1989): “The Hot Interpretation of War and Conflict”, en Uzzell, D.L. (ed.) Heritage Interpretation: Volume I: The Natural and Built Environment, London.

Uzzell, D.L.; Ballantyne, R. (1998): “Heritage that Hurts: Interpretation In A Post-Modern World”, en Uzzell, D.L.; Ballantyne, R. (eds.) Contemporary Issues in Heritage and Environmental Interpretation: Problems and Prospects.

 

2 comentarios en “La interpretación del conflicto: el ejemplo de la Ruta de las Misiones de la Baja California

  1. Molt bona reflexió, m’agrada aquesta visió de la interpretació compromesa, que la podem ajuntar amb els espais de memòria. Sempre, a banda d’expressar unes dades objectives, cal provocar una reacció emocional, que com bé dius, dependrà de la nostra pròpia història i evolució personal

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    • Moltes gràcies pel comentari Carme. De fet la reflexió té més a veure amb els espais de memòria que amb els espais monumentals doncs en aquest cas molts cops l’emoció ve donada per la vessant estètica o moumental mentre que en els espais de memòria sobint l’emoció és fruit d’una construcció mental més que material.

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