¿El Pantocrátor de Taüll quiere volver a casa?

Manel Miró, 9 de noviembre de 2014

Cuando alrededor del año 2008 visité la Vall de Boí en el marco de un estudio que estaba haciendo del patrimonio medieval en el Pirineo, quedé gratamente sorprendido por el modelo de gestión que encontré. Venía de visitar muchos sitios gestionados de manera precaria y en la Vall de Boí noté desde el primer momento que allí se tomaban muy en serio la gestión de su patrimonio. A medida que fui conociendo todas las iglesias la sorpresa se convirtió en admiración. Recuerdo perfectamente que en la Vall de Boí me sentí orgulloso de mi país y por eso me dolió mucho enterarme del cierre parcial que se había visto obligado a hacer el Centre del Romànic por culpa de problemas de financiación, la maldita crisis del 2008.

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Cien años antes la situación en este valle pirenaico era muy distinta. El patrimonio religioso era poco conocido y corría un serio peligro de desaparición pues tanto la iglesia como la administración local parecían más interesadas en venderlo que en conservarlo.

Para enmendar ese problema de desconocimiento el «Institut d’Estudis Catalans» (IEC) impulsó en 1907 una misión arqueológica en el Pirineo, dirigida por Josep Puig i Cadafalch, que formaba parte de un ambicioso plan para documentar e impulsar el estudio del románico catalán. Dos años más tarde, en 1909, los miembros de esta expedición publicaban L’Arquitectura Romànica a Catalunya, un clásico de la historiografía del arte catalán que sirvió para dar a conocer en toda Europa un arte muy desconocido hasta entonces.

Por desgracia, el descubrimiento del románico del Pirineo catalán también alimentó la codicia de los coleccionistas y puso sobre la mesa el eterno conflicto entre difusión y conservación. La confluencia en un mismo momento histórico del descubrimiento de piezas excepcionales, de un activo mercado internacional de compra de antigüedades alimentado por coleccionistas con ganas de eternizar su memoria haciendo donaciones a los grandes museos del mundo y de un territorio pobre habitado por una sociedad rural necesitada y con poca instrucción, acabaron siendo los ingredientes para la tormenta perfecta. Ante el goteo constante de casos de expolio que se estaban produciendo, en 1919 la Junta de Museus tomó la decisión de salvar todo lo que fuera posible y llevarlo al Museu d’Art de Catalunya.

… la gente considera que el museo es un privilegiado, pero con la operación de salvaguarda de las pinturas lo que se consiguió es que todo el mundo tuviera el privilegio de disfrutar de estas obras … Si no hubiera sido así, los tesoros del románico habrían ido a parar a los Estados Unidos o a casas de colecciones privadas y, hoy en día, sería muy difícil de visitarlas …

Estas palabras de Manuel Castiñeiras, uno de los comisarios de la exposición La misión arqueológica de 1907 a los Pirineos, creo que reflejan la opinión mayoritaria actual hacia la operación que llevó a cabo la Junta de Museus. Hoy prácticamente nadie duda de que fue una suerte que la tesis de trasladar las pinturas a Barcelona, defendida de manera enérgica, valiente y eficaz por Joaquim Folch i Torres, lograra imponerse a la del gran Josep Puig i Cadafalch que consideraba una aberración arrancar las pinturas de los muros para los que fueron pintadas.

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Que la historia le haya dado la razón a Folch y Torres habla muy bien de su labor de secretario de la Junta de Museus y de director de los Museos de Arte de Cataluña, y de su capacidad como uno de los grandes pioneros de la gestión del patrimonio cultural en nuestro país. Pero, al mismo tiempo, el éxito de aquel arranque nos habla también de un fracaso de país, pues hoy sabemos que si no se hubieran llevado aquellas pinturas a Barcelona, la desastrosa política de gestión del patrimonio cultural realizada por el estado español y las diferentes administraciones territoriales desde la Guerra Civil sin duda habrían provocado la desaparición de este extraordinario patrimonio que hubiera sido vendido a coleccionistas, expoliado de mala manera o destruido para hacer reformas en las iglesias porque, como en tantas otras cosas en nuestro país, la Guerra Civil también convirtió la gestión del patrimonio cultural en un agujero negro del que está siendo muy difícil salir.

Dentro de cinco años, en 2019, se cumplirá el centenario del inicio del arranque de las pinturas románicas del Pirineo y podría ser un buen momento para reflexionar sobre una cuestión que hoy está sobre la mesa ¿Deberían volver las pinturas a su lugar de origen? Se trata de una pregunta incómoda pues no se trata sólo de determinar si en la Vall de Boí se dan las condiciones objetivas de preservación, conservación y difusión. No se trata sólo de una «cuestión técnica» sino que se trata fundamentalmente de una cuestión política, pues si la respuesta a la pregunta fuera afirmativa afectaría de manera significativa al MNAC, una de las principales instituciones patrimoniales de nuestro país. Por lo tanto la pregunta no es sólo si las pinturas deberían volver a Taüll si no si el MNAC puede prescindir de esta parte fundamental de su colección.

Tal y como se entienden actualmente los grandes museos nacionales, es decir, como templos donde se atesora lo más preciado del patrimonio artístico, arqueológico o científico de un país, es ingenuo pensar que el MNAC se pueda desprender del núcleo duro de su colección como nos recuerda Santos M. Mateos en su post «El video mapping de Sant Climent de Taüll. De la copia aumentada al patrimonio audiovisual «:

Aunque comprendo la reclamación y seguramente se pudiesen dar todos los requerimientos de seguridad, conservación y exhibición in situ, sinceramente me cuesta imaginar el escenario en el que las pinturas de Sant Climent y Santa Maria de Taüll y Sant Joan de Boí vuelven a las iglesias para las que fueron creadas en los siglos XI y XII.

Efectivamente, en la situación actual cuesta imaginar la devolución de las pinturas. Sólo un cambio radical de la situación daría pie a un escenario favorable a la devolución y este escenario no es el de un retorno a la Edad Media donde unos nuevos señores feudales se llevarían las pinturas a sus dominios pirenaicos sino que estoy pensando en un escenario en que los grandes museos nacionales dejan de ser templos urbanos para convertirse en una gran red territorial descentralizada de distribución de conocimiento.

La decisión de 1934 de aprovechar el Palacio Nacional de Montjuic como sede del Museo de Arte de Cataluña permitió disponer de un lugar donde centralizar colecciones que estaban dispersas y, sobre todo, disponer de un edificio lo suficientemente amplio capaz de albergar los grandes volúmenes necesarios para instalar las colecciones de pinturas murales románicas.

Este modelo de exposición se mantuvo en el proyecto de 1980 de Gae Aulenti. Para exponer las pinturas murales románicas se construyeron unos soportes que reproducen las superficies y volúmenes de los edificios originales: ábsides, arcos, columnas, pilares. En el caso de los conjuntos pertenecientes a un mismo monumento es muy evidente que el ideal era reproducir el espacio original para poder apreciar las relaciones entre las imágenes e interpretar correctamente los ciclos iconográficos. El resultado académico es impecable pero siempre he pensado que la museografía de las pinturas románicas del MNAC es muy fría. Me explico.

Con las salas del románico del MNAC me pasa lo mismo que con la réplica de las pinturas de Altamira, la sala donde se exponen es tan fría que me cuesta entrar en ese estado de conexión emocional con las pinturas de la que se derivaría una experiencia plenamente satisfactoria. Está claro que en el caso de la réplica de Altamira la falta de emoción está directamente relacionada con el hecho de no estar dentro de la cueva y de estar mirando una copia (también tengo que decir que la réplica de Altamira es uno más que extraordinario instrumento didáctico, lo que justifica con creces su existencia).

Pero en el caso del MNAC mi falta de emoción no está relacionada con la obra, pues se trata de la original, sino que creo que es el resultado de su presentación. Siempre me ha parecido que el encaje de la colección de pintura mural con la arquitectura del edificio era muy forzado y nunca he conseguido liberarme de la sensación de que las iglesias románicas del MNAC están embutidas dentro del corsé de una arquitectura pensada para otra función. De hecho creo que cuando se redactó el proyecto de 1980 hubiera sido mejor plantear un edificio de nueva planta, al estilo del Museu Episcopal de Vic (MEV)c, proyectado a partir de la colección y no del edificio preexistente. En el MEV el edificio está al servicio de la colección y hay un diálogo fluido entre las piezas y los espacios mientras que en el MNAC no puedo dejar de pensar cuando visito las salas del románico que la colección de pintura mural no dialoga con el espacio del museo sino que se pelea con él.

Contrariamente a la frialdad de las salas del MNAC, cuando visito las iglesias originales de Taüll, a pesar de haber sido despojadas de sus pinturas originales, consigo un grado de vinculación emocional que sin duda tiene que ver con la belleza de las iglesias y de su entorno pero también tiene relación con cómo han sido museïzadas en los últimos años.

La Vall de Boí ha sido en los últimos años una especie de Laboratorio de Réplicas que sería sin duda un interesante tema de tesis para algún departamento universitario o alguna persona dedicada a la investigación de la gestión del patrimonio, la psicología del arte o la comunicación museística pues muchos enfoques son posibles.

La réplica del conjunto escultórico del Descendimiento de Erill la Vall logra un efecto sorprendente cuando se entra en la pequeña nave de la iglesia y si se puede combinar con las explicaciones de la guía, el resultado suele ser una espléndida experiencia de visita. En Sant Joan de Boí lo que encontramos es una réplica de las pinturas conservadas en el MNAC con el acierto, desde mi punto de vista, de haber rebozado las paredes del interior de la iglesia con mortero de cal. De esta manera se consigue que el visitante entienda que originalmente los interiores de las iglesias románicas del Pirineo no eran de piedra vista sino que estaban completamente decorados o cubiertos con mortero. El modelo de museïzación de Santa María de Taüll podríamos decir que es el más sencillo y consiste en la instalación de una réplica de la decoración del ábside de la nave central mientras que las paredes están con la piedra vista y hay elementos decorativos que le confieren a esta iglesia, más que a cualquier otra del valle, el carácter de parroquia viva que es lo que es en realidad, lo que le resta algo de magia en el interior.

El último modelo puesto en práctica es el flamante video mapping instalado en Sant Climent de Taüll que lleva por nombre «Taüll 1123». Quiero subrayar que cuando fui a visitarlo hace un par de semanas, en el marco del encuentro realizado en la Vall de Boí por el colectivo Cafés de Patrimoni, fui con una cierta dosis de escepticismo pues pensaba que lo que realmente le hacía falta a Sant Climent de Taüll era que devolvieran el Pantocrátor y el resto de frescos originales y no que le pusieran un video mapping.

Después de tener la oportunidad de verlo tres veces seguidas debo confesar que creo que el Pantocrátor ya ha vuelto a Taüll. Mi sensación de sorpresa y emoción al ver como el ábside de Sant Climent se llenaba de líneas y colores posiblemente fuera similar, salvando las distancias culturales e históricas, a la de los fieles del valle cuando en el año 1123 pudieron contemplar el interior de Sant Climent lleno de pinturas. Me sentí ingenuamente fascinado por aquellas imágenes. Chapeau! Pensé.

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El mapping de Sant Climent, lejos de ser un intruso dentro de la iglesia, ha resultado que es una experiencia sensorial con una fuerza interpretativa muy poderosa que va más allá de la explicación simbólica o histórica de unas imágenes para adentrarse en el mundo de las sensaciones. Lo que consigue el mapping «Taüll 1123» no es «hacer entender» sino «hacer sentir», es un instrumento de transmisión del conocimiento que no necesita traducción, que se explica por sí mismo aunque cuanto más bagaje lleves dentro de ti más serás capaz de disfrutarlo.

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El mapping de Taüll pone en evidencia la potencia interpretativa y la fuerza de atracción de las nuevas técnicas de realidad aumentada y anuncia una moda que seguramente veremos prosperar. Y esta última reflexión me lleva de nuevo a la pregunta ¿deberían volver las pinturas a su lugar de origen? No me cuesta imaginar una futura museografía del MNAC con un espacio dedicado a mostrar todas las iglesias románicas que se quiera a través del sistema del vídeo mapping o alguno similar que sea capaz de reconstruir de manera real espacios decorados. Si este escenario se llegara a producir quizás no sería tan grave que el Pantocrátor de Taüll volviera a su casa, donde ya hace tiempo que se preparan para cuando llegue el día del retorno.

En la Vall de Boí afortunadamente conservan el patrimonio construido, un patrimonio que ha sido declarado Patrimonio Mundial. En la Vall de Boí también tienen una estrategia de largo recorrido y un equipo de gestión que Noemí Sas nos describe así en su post:

En la Vall de Boí percibimos compromiso personal y profesional de aquellos con quienes conversamos, así como ganas de seguir trabajando a pesar de las dificultades y un inmenso amor a su entorno. Todo el mundo … todo el mundo tenía un discurso de trabajo común sobre un solo concepto: la multiplicidad de ángulos y visiones que configuran un mismo territorio. Patrimonio vivido, trabajado, sufrido y, sobre todo, muy vivo.

Y también tienen, como nos recuerda Clara Jáuregui, un paisaje poderoso y extraordinario que lo enmarca todo:

Finalmente, otro punto a favor de este Valle, además la concentración de patrimonio, es el lugar incomparable donde se encuentra. No se puede entender esta arquitectura sin ponerla en relación con el paisaje que lo rodea, y esto es algo que afortunadamente entienden en el Valle de Boí y potencian.

El patrimonio, como el oro, es un valor eterno, mientras que la museografía, como las acciones en bolsa, es un valor efímero que depende mucho de los cambios tecnológicos y de los estados de ánimo. Si no ocurre antes un cataclismo inesperado, me gustaría pensar que en un futuro no muy lejano, pongámosle entre diez y veinte años, el Pantocrátor de Taüll volverá a su casa y eso será importante no sólo para la Vall de Boí sino para todo el país, pues será un indicador del grado de madurez de Catalunya y sus instituciones.

12 comentarios en “¿El Pantocrátor de Taüll quiere volver a casa?

  1. Pingback: Vídeo mapping y su uso en patrimonio #taull1123 - reharq* _ Libe Fernández Torróntegui

  2. Al Sr. Puig i Cadafalch le horrorizaba arrancar esas pinturas y se opuso a ello firmemente calificándolo como un «atentado artístico», porque, decía, en Francia, la más avanzada en arte, copian portadas y pinturas románicas para su museo de reproducciones de portadas románicas en el Trocadero de París, y las obras de arte se conservan in situ. El arranque de las pinturas de Taull y Boi fue un claro acto de expolio, pues, pudiéndose prohibir su venta calificando la iglesia como monumento nacional, se optó por desmembrarla y destruirla a la postre con el arranque de sus pinturas. El Museo de Barcelona es casi el único en Europa que hizo esos terribles arranques de pinturas murales, y ello pasará a la historia como uno de los atentados más graves al patrimonio artístico. Baste ver la definición que de expolio artístico hace el Tribunal Constitucional:

    «el cambio de emplazamiento de un inmueble o su remoción implica riesgos para la propia existencia o también para la función social, cultural e histórica a la que aparece vinculado. Por ello es preciso someter el desplazamiento a autorización previa, como garante de la preservación de tales bienes en cuanto se den las citadas circunstancias y como consecuencia de la evidente RELACIÓN que existe entre la REMOCIÓN del bien y la PRIVACIÓN O LESIÓN de su propio destino» (STC 17/1991 FJ 14).

    «En este sentido resulta claro que la SEGREGACIÓN PARCELARIA que afecte a un monumento es una operación apta para causar un DETERIORO o para alterar sustancialmente la función social que realiza según su naturaleza, por lo que debemos concluir que es uno de los ámbitos a los que abarca la defensa del patrimonio histórico contra la EXPOLIACIÓN» (STC 122/2014 de su Pleno)

    Si a las autoridades culturales catalanas les queda algo de dignidad para con estas tierras pirenaicas, debe retornar todo lo arrancado a dichos templos, sin perjuicio de que el MNAC se encargue de su conservación una vez se retornen al Valle de Boi.

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  3. Brillante Manel, post brillante ¡El broche de oro final que me tiene enamorado!

    Poco que decir: coincidimos plenamente.

    Pero hay un punto en el que te envidio. Dices que te imaginas las salas del MNAC con una museografía explicativa de las iglesias románicas. Me encantaría tener tu misma capacidad, pero soy incapaz de imaginármelo. De hecho me cuesta imaginarme museos de arte que en las salas vayan más allá de las escuálidas cartelas. Será la costumbre…

    Sí que sería urgente que el museo explicase de forma más extensa la historia patrimonial que rodea el caso de estas pinturas y tallas. Algo más que la corta referencia en el texto de ámbito y el vídeo que existe ahora para explicar el arrancamiento de las pinturas murales. Seguramente ayudaría a entender el papel que se hizo en su momento y hasta ahora en su conservación, estudio y difusión.

    Un museo no solo debería divulgar sus colecciones, también tendría que hacerlo de su propia historia, sobre todo cuando es tan rica como la del MNAC ¿Cuántos museos pueden explicar una historia tan impresionante como la de la operación de «salvamento» del románico?

    Felicidades (una vez más) por el post. No hay duda que como bloguero hay que invitarte a este tipo de visitas. ¡Eres como el oro: un valor seguro!

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    • Muchas gracias Santos yo también coincido en que los museos como el MNAC tienen una historia preciosa que contar. Hace años vi en la Bretaña, en el marco de unas jornadas de reflexión sobre la puesta en valor del patrimonio, una exposición que se titulaba «Cien años de puesta en valor del patrimonio en la Bretaña». Recuerdo que sentí mucha envidia (insana ¿por qué negarlo?) porque no fui capaz de imaginar una exposición como ésa aquí pero en realidad sí que existen modelos que se podrían presentar para debatir sobre ellos. Quizá el centenario del arranque de las pinturas dentro de cinco años pueda ser un buen momento para reflexionar sobre 100 años de puesta en valor del patrimonio en Catalunya. Un abrazo.

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  4. M’ha agradat el fil conductor historicista que has utilitzat i amés tancant el cercle amb el present i possible futur, guai, m’has aclarit encara més coses. Quant al mapping, per a mi és una eina de reconstrucció històrica interessant, però en aquest cas em va deixar perplexa, ja diré la meva quan toqui, a veure si m’hi poso. 😉

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