Prohibido hacer fotografías

Manel Miró

El pasado lunes 3 de Septiembre, leí en el blog de Sara Manzanares, Museo, Go Green!, un interesante post titulado «#ProyectoNoTocar: Cómo inventar un museo sin prohibiciones» en el que Sara reflexionaba sobre la costumbre de «prohibir tocar» que existe en muchos museos y centros patrimoniales.

Al leer el post de Sara recordé una visita que realicé con mi maestro Christian Carrier al Musée National du Moyen Âge de Paris. Al llegar a una sala en la que se exponían muebles góticos me preguntó: ¿Sabes cuál es el artista que tiene más obras en los museos de Francia? Ante mi cara de sorpresa contestó: el Señor Ne Pas Toucher (el Sr. No Tocar).  Al mirar con más detalle hacia los objetos de la sala vi que frente a varios de ellos había un cartel donde rezaba «Ne pas toucher» y que tenía un tamaño ostensiblemente más grande que la cartela de la pieza. Con esta broma Christian quería llamar mi atención sobre el hecho de que para muchos extranjeros que no sabían francés y que no entendían el significado de la frase, pensarían que Ne Pas Toucher era el nombre del artista que había realizado la pieza.

Pero el interés de Sara al llamar nuestra atención sobre la costumbre del «prohibido tocar» no tiene tanto que ver con la «semiótica» como con el propio concepto de un museo. En su post Sara defiende que los responsables de los museos y centros patrimoniales deberían estrujarse la imaginación para evitar poner los carteles de «prohibido» en los museos y, en su lugar, aplicar estrategias participativas en las que los visitantes se sintieran parte activa de la conservación de las piezas.

Seguramente mucha gente pensará que la costumbre del «prohibido tocar» nace de la necesidad de advertir a los visitantes que las piezas de un museo no deben tocarse en aras de evitar su degradación. Pero si uno se para a pensar un poco se dará cuenta que, en realidad, la costumbre del «prohibido tocar» responde a la profunda convicción que tienen los responsables de esos museos y monumentos de que sus visitantes tienen «poca preparación» en materia de conservación. Y si uno se para a reflexionar un poco más todavía puede llegar a la inquietante conclusión de que esos responsables no se sienten concernidos en la educación «museológica» de sus visitantes, es decir, que no sienten la necesidad de enseñar a sus visitantes cómo debe visitarse un museo, cuando una de las cinco funciones básicas de cualquier centro patrimonial es la difusión.

Esta «ausencia de conciencia» de muchos gestores patrimoniales enlaza con una tradición, que no es exclusiva de España pero que está muy arraigada en nuestro país, que considera que los visitantes de los centros patrimoniales no son la razón de ser de la gestión del patrimonio, sino un mal necesario, como aquellos guerreros mercenarios medievales que eran llamados para luchar contra el enemigo pero a la vez eran temidos por su falta de escrúpulos. Los que defienden esta tradición no consideran que los museos sean espacios abiertos de conocimiento donde formar a ciudadanos libres, sino torres de marfil cuyos tesoros deben ser defendidos de la “hordas” de visitantes.

Ligada a esta tradición también está la costumbre extendida del «prohibido hacer fotografías». Este pasado agosto estuve haciendo turismo en Soria y me sorprendió gratamente ver cómo la mayoría de iglesias interesantes estaban abiertas al público y que además se cobraba una entrada para costear el gasto que supone ofrecer ese servicio (siempre he defendido que para que el patrimonio sea un importante yacimiento de empleo son necesarias dos cosas, una masa crítica de visitantes y una oferta de servicios profesionalizada). Pero también me sorprendió que no se dejara hacer fotografías en el interior de las iglesias. Tal y como me explicaron varias de las personas responsables de la atención al público en las iglesias, la prohibición se había implantado recientemente, coincidiendo con la apertura al público de la temporada de verano ¿Qué razones habían impulsado tal prohibición? El cartel donde rezaba la prohibición no traía ninguna explicación, en la mejor tradición de nuestro autoritarismo patrimonial.

Puerta de la Colegiata de Berlanga de Duero con el cartel en el que se advierte de la prohibición de hacer fotografías.

La primera razón que me vino a la cabeza fue que se trataba de un problema de conservación, pero Agustín Gamarra, experimentado restaurador soriano con el que estaba recorriendo las iglesias, me dijo que eso no tenía ningún sentido. El flash fotográfico no le hace ningún daño a la piedra ni a la pintura al fresco ¿Se tratará de una cuestión de derechos? Pero ninguna de las obras que alberga el románico del sur de Soria está sujeta a derechos de autor y no recuerdo que se vendieran postales en las iglesias. También consideramos que la prohibición quizá obedecía a un tema de seguridad, aunque no le veíamos demasiado sentido.

La reflexión final que hicimos fue que inmersos ya en el mundo de las redes sociales, las fotografías hechas por turistas que comparten una experiencia satisfactoria de visita a una capilla románica, pueden ser un poderoso instrumento de promoción a coste cero para el promotor y que era una lástima que se desaprovechara esta posibilidad.

11 comentarios en “Prohibido hacer fotografías

  1. Pingback: Conclusiones del #proyectoNoTocar: Soluciones para un museo sin prohibiciones « NO TOCAR, POR FAVOR

  2. Vàrem parlar del tema de prohibir fotografiar, o no, en una trobada informal que vàrem fer a la Fundació Miró, orquestrada per en Kippelboy. Crec que no vàrem arribar a cap conclusió final. La meva proposta és no prohibir sinó que les institucions s’adaptin als desitjos del públic i usin la tecnologia i els nous materials per permetre ambdues coses, és a dir: per una banda, protegir obres fràgils que així ho necessitin i, per altra banda, permetre la fotografia dels visitants, en tots els casos.

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    • Estic a favor de la teva proposta. De fet amb el post volia denunciar l’actitud autoritària que s’amaga darrera del prohibir. És més fàcil i barato prohibir que explicar però l’obligació de les institucions culturals és estar al servei de la societat que les manté i les fa possibles.

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  3. Pingback: Conclusiones de #ProyectoNoTocar: soluciones para un museo sin prohibiciones | Museo, Go Green!

  4. Comparto completamente tus reflexiones. De hecho todavía no hace una semana se me prohibió explícitamente hacer fotografías en la exposición que un conocido banco en una de sus sedes culturales. La prohibición me pareció ridícula ya que no había ninguna pieza original expuesta, todo eran reproducciones fotográficas y plástico. Apunté que no pensaba usar el «flash» (por si se trataba de cuestiones de conservación de los vinilos y se me negó igualmente. Para salir del embrollo la vigilante de sala no tuvo más remedio que decir que eran «órdenes de arriba». Es una anécdota personal, sí, pero creo que refleja, por un lado, las absurdas motivaciones que pueden fundamentar esta prohibición y las oportunidades de publicidad que se pierden ya que, por otro lado, la exposición era francamente interesante.

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    • Cada vez parece más claro que se trata de un tic autoritario derivado de equívocas reflexiones sobre la propiedad y las ventas.
      Hace años, cuando empecé a dar clases de interpretación del patrimonio, un compañero se horrorizó al ver que yo entregaba copia de todas mis transparencias (en aquellos tiempos aún no se habían popularizado los proyectores y había que cargar con toneladas de transparencias) a los alumnos. Me decía ¿pero no ves que te las van a copiar? Yo le respondí, «Ojalá las copien y las usen mucho porque cuánto más las utilicen más famoso me harán».

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      • Es exactamente eso, como el desasosiego y la confusión que genera el modelo de Creative Commons ante posturas más clásicas de Copyright. Seguramente nuestro entorno y las posibilidades de las nuevas tecnologías avanza tan rápidamente y de una manera tan implacable que las reacciones son lentas o conservadoras.

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  5. ¡Gracias por la referencia, Manel! Me alegro de que mi post haya inspirado tantas reflexiones interesantes.

    Tienes toda la razón con el tema de las fotografías, yo creo que en la mayoría de los casos se actúa por inercia y se considera que las prohibiciones son una manera de reivindicar el valor del patrimonio presentado. Oirás muchas veces que no se puede hacer fotos porque eso no es un parque de atracciones. Parece como si pasarlo bien y establecer lazos más «naturales» con las obras fuera de mal gusto. Además, como tú bien dices, hoy en día las redes sociales ofrecen un montón de oportunidades de promoción gratuita que las instituciones no deberían desaprovechar. Yo apuesto por crear espacios habitables en detrimento de esos entornos hipercontrolados que nos han hecho creer que son imprescindibles para garantizar la pervivencia del patrimonio. Todas las prohibiciones, el aura y la promesa de trascendencia no sirven de nada si la gente no identifica esas iglesias, esos museos o esas plazas como suyas. ¡Si se produce esa desconexión deberíamos, incluso, dejar de utilizar la palabra patrimonio!

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